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18 de diciembre de 2024
Queridos hermanos:
Según el Calendario civil romano, el año 2024 está por terminar y pronto comenzará el 2025. A lo largo de los años, quienes creen en el regreso de Cristo han hecho muchas predicciones sobre cuándo vendría. Incluso han predicho fechas exactas. Pero todas han fallado. Dios el Padre y Jesucristo seguirán operando según Su calendario. Y todavía hay muchos eventos proféticos que deben preceder al regreso de Jesús.
Muchos de los que hemos estado en la Iglesia de Dios durante décadas, alguna vez creímos que Jesús ya habría regresado y que estaríamos en el Reino de Dios, gobernando con Él. Pero todos los intentos de los hombres de calcular o fijar fechas exactas para el regreso de Cristo han fracasado. Una razón clave es que esos pronosticadores no han entendido el calendario real de Dios—pues los principales acontecimientos que sucederán en la profecía se basan en el Sábado y los días santos de Dios. Y no debemos olvidar lo que Jesús mismo nos dijo acerca de su regreso: “Pero concerniente a ese día, y a la hora, nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, sino solamente Mi Padre” (Mateo 24:36).
De hecho, cuarenta días después de Su resurrección, después de enseñar a los discípulos mucho más acerca del Reino de Dios—cuando estaba a punto de ascender al cielo, los discípulos le preguntaron: ““Señor, ¿restaurarás el reino de Israel en este tiempo?” Y Él les dijo, “No es para ustedes saber los tiempos o las temporadas, las cuales el Padre ha establecido en Su propia autoridad; pero ustedes mismos recibirán poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre ustedes, y serán Mis testigos, en Jerusalén y en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”” (Hechos 1:6-8). Esto confirma que el Padre tiene la autoridad exclusiva para determinar el momento exacto del regreso de Jesús. Sin embargo, debemos estar atentos a los eventos proféticos específicos que conducen a Su segunda venida.
Debemos estar atentos a eventos—no a fechas específicas: según las profecías bíblicas sobre el fin de los tiempos, deben tener lugar ciertos eventos específicos. Por eso Jesús nos dijo que estuviéramos atentos a los eventos, no a fechas específicas. Hay eventos clave que deben suceder antes del comienzo de la Gran Tribulación. Sin embargo, muchos de los eventos que estamos presenciando hoy están conduciendo al cumplimiento de estos eventos clave. A continuación se detallan cinco eventos proféticos claves que deben ocurrir.
Primero: El Rey del Norte debe estar gobernando en Europa. El cumplimiento de este acontecimiento aún no está en el horizonte. Europa está sumida en el caos político y financiero. Están en bancarrota y tienen poco poder militar. En el plano religioso, la iglesia católica se encuentra en su nivel más bajo de influencia en la historia moderna. Por lo tanto, el Rey del Norte tardará varios años en aparecer.
Segundo: El Rey del Sur debe estar en poder en los países islámicos del Medio Oriente. La agitación y las guerras que están teniendo lugar actualmente en todo el Medio Oriente sin duda sentarán las bases para que el Rey del Sur llegue al poder. Pero dada la condición actual de las naciones islámicas, esto también tardará varios años en desarrollarse. En última instancia, este rey se convertirá en una amenaza para el Rey del Norte, tal como lo describe el profeta Daniel: “Y en el tiempo del fin, el rey del sur lo presionará. Y el rey del norte vendrá contra él como un torbellino con carruajes y con jinetes y con muchas naves; y entrará en los países y desbordará y barrerá de paso. Él también entrará en la tierra gloriosa, y muchos países serán derrocados. Pero estos escaparán de su mano: Edom y Moab, y el jefe de los hijos de Amón. Y extenderá su mano también sobre los países. Y la tierra de Egipto no escapará. Sino tendrá poder sobre los tesoros de oro y plata, y sobre todas las cosas preciosas de Egipto. Y los libios y los etíopes estarán a sus pasos” (Daniel 11:40-43).
Tercero: Antes de que estos eventos puedan tener lugar, los judíos deben construir el tercer Templo en Jerusalén, como se muestra en Mateo 24:15: “Por tanto, cuando vean la abominación desoladora,… en el lugar santo”. Esto muestra que debe construirse un nuevo templo antes de que Jesús regrese. El libro de Apocalipsis lo verifica: “Luego el ángel me dio una vara de medida como un bastón, diciendo, “Levántate y mide el templo de Dios, y el altar, y aquellos que adoran en él. Pero deja fuera el patio que está dentro del área del templo, y no lo midas porque ha sido dado a los gentiles; y ellos pisotearán la ciudad santa cuarenta y dos meses” (Apocalipsis 11:1-2). Finalmente, en II Tesalonicenses 2:1-10, el “hombre de pecado”—quien será el Rey del Norte—se sentará en el nuevo templo afirmando que él es “Dios”. Esta será la “abominación desoladora”. Sin embargo, será destruido por Cristo a Su regreso.
Cuarto: Los Dos Testigos deben entrar en escena. “Y daré poder a Mis dos testigos, y ellos profetizarán mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio. Estos son los dos árboles de olivo, y los dos candeleros que están de pie delante del Dios de la tierra” (Apocalipsis 11:3-4). Los Dos Testigos no provendrán de ninguna de las iglesias de Dios. Uno será el gobernador de Judea y el otro será el sumo sacerdote del templo venidero (Zacarías 3-4).
Quinto: Todavía falta un último Elías. Casi al mismo tiempo que aparecen los dos testigos, aparecerá en escena un tercer y último Elías. El relato bíblico del primer profeta Elías lo encontramos en 1 Reyes 17-22 y 2 Reyes 1-10.
El segundo Elías fue Juan el Bautista. Cuando el ángel Gabriel anunció a Zacarías que su esposa Isabel le daría un hijo, profetizó lo siguiente acerca de Juan el Bautista: “Porque él será grande delante del Señor. Y nunca beberá vino o bebida fuerte en ninguna forma, sino que será lleno con el Espíritu Santo incluso desde el vientre de su madre. Y a muchos de los hijos de Israel volverá al Señor su Dios. E irá delante de Él en el espíritu y poder de Elías, para volver los corazones de los padres a los hijos, y al desobediente a la sabiduría del justo, para preparar a la gente para el Señor” (Lucas 1:15-17).
En el Antiguo Testamento hay dos profecías acerca de Juan el Bautista. La primera se encuentra en el libro de Isaías: “Una voz está gritando en el lugar desolado, “Preparen el camino del SEÑOR, enderecen en el desierto una autopista para nuestro Dios” (Isaías 40:3). La segunda se encuentra en el libro de Malaquías: “He aquí, enviaré Mi mensajero y él preparará el camino delante de Mí. Y el Señor, a Quien buscan, vendrá de repente a Su templo, incluso el Mensajero del pacto, en Quien se deleitan. He aquí, Él viene,” dice el SEÑOR de los ejércitos” (Malaquías 3:1).
Después de que Juan el Bautista fue circuncidado y llamado Juan, su padre Zacarías profetizó esto acerca de su hijo: “Y tú, niñito, serás llamado el profeta del Altísimo; porque irás delante de la cara del Señor, para preparar Sus caminos; para dar el conocimiento de salvación a Su pueblo mediante la remisión de sus pecados, a través de las profundas compasiones internas de nuestro Dios; en las cuales la aurora desde lo alto nos ha visitado, para brillar sobre aquellos que estén sentados en oscuridad y en sombra de muerte, para dirigir nuestros pies hacia el camino de paz” (Lucas 1:76-79).
Aunque el ángel Gabriel describió a Juan el Bautista como alguien que venía con el espíritu y el poder de Elías, Juan el Bautista no se describió a sí mismo de esa manera. Cuando los judíos le preguntaron a Juan quién era, él no declaró ser Elías. Observe su respuesta: “Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén para preguntarle, “¿Quién eres tú?” Entonces el libremente admitió, y no negó, sino que declaró, “Yo no soy el Cristo.” Y ellos le preguntaron, “Entonces ¿quién eres tú? ¿Eres Elías?” Y él dijo, “No lo soy.” Entonces ellos preguntaron, “¿Eres el Profeta?” Y él respondió, “No.” Por tanto, ellos le dijeron, “¿Quién eres tú? ¿Qué dices acerca de ti mismo para que podamos dar una respuesta a aquellos que nos enviaron?” Él dijo, “Yo soy una voz gritando en el lugar desolado, ‘Enderecen el camino del Señor,’ como Isaías el profeta dijo.” Ahora, aquellos quienes habían sido enviados pertenecían a la secta de los fariseos” (Juan 1:19-24).
Juan no se identificó con la profecía de Malaquías 3:1. Más bien, se designó a sí mismo como “una voz gritando en el lugar desolado” —del profeta Isaías. ¿Por qué? Solo podría ser que haya un tercer Elías que venga antes de la segunda venida de Jesús al final de los tiempos.
El tercer Elías fue profetizado por Jesús mismo. Después de que Pedro, Santiago y Juan habían visto la visión de la transfiguración de Jesús, que incluía una visión de Moisés y también del primer Elías, Jesús anunció a estos tres discípulos que Juan el Bautista era un Elías y que todavía había otro Elías por venir. Sin embargo, aparentemente no entendieron, porque Jesús estaba hablando de un Elías que “vendrá” antes de Su segunda venida, acerca de la cual ellos no sabían nada. Note: “Luego, mientras ellos estaban bajando de la montaña, Jesús les ordenó, diciendo, “No le digan la visión a nadie hasta que el Hijo de hombre haya resucitado de los muertos,”... Entonces Sus discípulos le preguntaron, diciendo, “¿Por qué entonces los escribas dicen que Elías debe venir primero?” Y Jesús respondió y les dijo, “Elías ciertamente vendrá primero y restaurará todas las cosas [un futuro Elías, un tercer Elías]. Pero les digo que Elías ya ha venido [Juan el Bautista, el segundo Elías], y ellos no lo reconocieron; sino que le hicieron lo que desearon” (Mateo 17:9-12).
Es importante darse cuenta de que cuando Jesús les dijo estas cosas a los tres discípulos, Juan el Bautista—el segundo Elías—ya había muerto hacía algún tiempo. Antes de la visión de la transfiguración, se registra en Marcos 6:17-28 que Herodes el Tetrarca había decapitado a Juan el Bautista. Esto significa que Jesús estaba de hecho declarando que un tercer Elías aún estaba por venir. Por lo tanto, Jesús estaba confirmando la profecía de un tercer Elías como se encuentra en el libro de Malaquías—que aún ha de aparecer antes de la segunda venida de Jesús. ““Porque he aquí, el día viene, ardiendo como un horno consumidor; y todo el orgulloso, y todo hacedor de maldad, será rastrojo. Y el día que viene los quemará,” dice el SEÑOR de los ejércitos, “y no les dejará ni raíz ni rama. Pero a ustedes quienes temen Mi nombre, el Sol de Justicia [esta es la señal del Hijo del Hombre que aparece como un sol al comienzo de la segunda venida de Jesús—Mateo 24:27-30] se levantará, y sanidad estará en Sus alas. Y ustedes saldrán y crecerán como terneros del establo. Y pisotearán al impío, porque ellos serán cenizas bajo las plantas de sus pies en el día que Yo estoy preparando,” dice el SEÑOR de los ejércitos.
““Recuerden la ley de Moisés Mi siervo, la cual le ordené a él en Horeb para todo Israel, con los estatutos y juicios. He aquí, les enviaré a Elías el profeta antes de la venida del gran y terrible día del SEÑOR. Y él volverá el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a sus padres, no sea que venga y golpee la tierra con destrucción total”” (Malaquías 4:1-6).
Éste tiene que ser el tercer Elías—el que está por venir, como lo declaró Jesús: “Elías vendrá”.
Hace décadas se declaró que un ministro importante de una iglesia de Dios era el tercer Elías. Pero, como ya había muerto hacía 39 años, estaba demasiado lejos del regreso de Cristo como para tener alguna relación con el tercer Elías profetizado. Todavía no sabemos quién será ese hombre, pero lo más seguro es que no provendrá de una iglesia de Dios. Es más probable que sea descendiente de la casa de Aarón, de la línea sacerdotal, como lo fue Juan el Bautista. Es probable que ministre a los judíos arrepentidos de Palestina, debido a la obra de los Dos Testigos (véase Zacarías 12:7-14).
Si bien no podemos saber la fecha exacta, como dijo Jesús, debemos estar atentos a estos eventos profetizados que se desarrollarán. Es por eso que Jesús nos amonestó: “Presten atención, estén vigilando y orando. Porque no saben cuándo es el tiempo. Es como un hombre viajando a un país lejano, dejando su casa y dando autoridad a sus siervos, y a cada uno su trabajo, y ordenando al portero vigilar. Estén vigilando, por tanto, porque no saben cuándo viene el maestro de la casa: en la noche, o a media noche, o al canto del gallo, o en la mañana; no sea que él venga de repente y los encuentre durmiendo. Y lo que les digo, lo digo a todos: ¡Vigilen!”” (Marcos 13:33-37).
Como se registra en el libro de Lucas, Jesús también nos dijo que estemos atentos para no quedar atrapados en los asuntos de este mundo y preocupados por las preocupaciones y problemas de esta vida: Luego les habló una parábola: “Observen el árbol de higo, y todos los árboles. Cuando ya han comenzado a brotar, y los miran, ustedes mismos saben que el verano está cerca. En la misma forma también, cuando vean estas cosas suceder, sepan que el reino de Dios está cerca.
“Verdaderamente les digo, no hay ninguna forma que esta generación pase hasta que todas estas cosas hayan tenido lugar. Cielo y tierra pasarán, pero Mis palabras nunca pasarán. Cuídense a sí mismos, no sea que sus corazones estén preocupados con vivir y beber por lo alto y las preocupaciones de esta vida, y ese día venga sobre ustedes repentinamente. Porque como una trampa vendrá sobre todos aquellos que habitan sobre la faz de la tierra. Por tanto presten atención, y oren en todo tiempo para que puedan ser contados dignos de escapar de todas estas cosas que sucederán, y estar de pie delante del Hijo de hombre”” (Lucas 21:29-36).
Ser perfeccionados en el amor de Dios: Sabemos que Dios el Padre y Jesucristo nos aman. Pero no podemos darlo por sentado y centrarnos en las cosas físicas de esta vida y descuidar nuestro amor por Dios. De hecho, la mejor manera de cuidar nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios el Padre y Jesucristo es crecer en el amor de Dios. Esto es lo más grande que podemos hacer, y es el mandamiento más grande de todos: “El primero de todos los mandamientos es, “Oye, Oh Israel. Nuestro único Dios es el Señor, el Señor. Y amarán al Señor su Dios con todo su corazón, y con toda su alma, y con toda su mente, y con toda su fuerza.’ Este es el primer mandamiento” (Marcos 12:29-30).
Recuerde que crecer en el amor de Dios es un proceso que se basa en nuestra relación y compañerismo con Dios el Padre y Jesucristo a través de la oración y el estudio diario. El apóstol Juan escribió su primera epístola cuando había una gran agitación en las iglesias y en el mundo, muy similar a lo que sucede hoy. Por lo tanto, podemos aprender mucho de Juan sobre cómo vivir nuestras vidas en estos tiempos de problemas. Necesitamos dedicarnos a la oración y al estudio y enfocarnos en el amor de Dios—el amor de Dios por nosotros y nuestro amor por Dios. “Si cualquiera está guardando Su Palabra, verdaderamente en aquel el amor de Dios está siendo perfeccionado.…” (1 Juan 2:5).
Juan escribe sobre cómo debemos vivir en el amor de Dios y tener Su amor perfeccionado en nosotros. “En esta manera el amor de Dios fue manifestado hacia nosotros: que Dios envió Su único Hijo engendrado al mundo, para que pudiéramos vivir a través de Él. En este acto está el amor—no que nosotros amamos a Dios; sino, que Él nos amó y envió a Su Hijo para ser la propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos amó tanto, nosotros también estamos obligados a amarnos unos a otros. Nadie ha visto a Dios en ningún momento. Aun así, si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros, y Su propio amor es perfeccionado en nosotros.
“Por este estándar sabemos que estamos viviendo en Él, y Él está viviendo en nosotros: por Su propio Espíritu, el cual nos ha dado.… Y hemos conocido y hemos creído el amor que Dios tiene hacia nosotros. Dios es amor, y aquel que vive en amor está viviendo en Dios, y Dios en él. Por esta relación espiritual, el amor de Dios es perfeccionado dentro de nosotros, para que podamos tener confianza en el día de juicio porque incluso como Él es, así también somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor de Dios; sino, el amor perfecto echa fuera el temor porque el temor tiene tormento.…” (1 Juan 4:9-13, 16-18).
El apóstol Pablo destaca que el amor de Dios se combina con la fe y la gracia de Dios. Estos son los dones espirituales que nos dan poder para desarrollar un carácter piadoso a través del amor de Dios. Él escribe: “Por tanto, habiendo sido justificados por fe, tenemos paz con Dios a través de nuestro Señor Jesucristo. A través de Quien también tenemos acceso por fe a esta gracia en la cual permanecemos, y nos jactamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no solo esto, sino también nos jactamos en las tribulaciones, dándonos cuenta que la tribulación da a luz resistencia, y la resistencia da a luz carácter, y el carácter da a luz esperanza. Y la esperanza de Dios nunca nos avergüenza porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones a través del Espíritu Santo, el cual nos ha sido dado” (Romanos 5:1-5).
Judas, el medio hermano de Jesús, escribió que había hombres impíos que subvertían la gracia de Dios. Intentaban sigilosamente destruir la Iglesia desde adentro. Exhortó a los hermanos a mantenerse firmes en la fe y a mantenerse en el amor de Dios: “Amados, cuando estaba personalmente ejerciendo toda mi diligencia para escribirles concerniente a la común salvación, fui impulsado a escribirles, exhortándolos a pelear fervientemente por la fe, la cual una vez por todo tiempo ha sido entregada a los santos. Porque ciertos hombres se han deslizado sigilosamente, aquellos de quienes hace tiempo ha sido escrito, condenándolos a este juicio. Ellos son hombres impíos, quienes están pervirtiendo la gracia de nuestro Dios, convirtiéndola en libertinaje, y están negando personalmente al único Señor Dios y a nuestro Señor Jesucristo.… Pero ustedes, amados, estén edificándose a sí mismos en su fe más santa, orando en el Espíritu Santo, para que se guarden así mismos en el amor de Dios” (Judas 3-4, 20-21).
Es evidente que, así como la Iglesia primitiva del Nuevo Testamento enfrentó grandes desafíos espirituales, nosotros también enfrentamos desafíos similares. Sin embargo, Dios nos ha provisto con Sus epístolas y escritos alentadores para que tengamos la fortaleza espiritual para seguir creciendo en gracia y conocimiento y para desarrollar un amor más fuerte a Dios, día a día.
Hermanos, una vez más damos gracias a Dios por la bendición de servirles para que puedan seguir amando a Dios y crecer en gracia y conocimiento. Gracias por acercarse a otros hermanos y a nuevas personas y dirigirlos a La Verdad de Dios. Gracias por sus oraciones por nosotros y por todos los hermanos. Oramos por ustedes diariamente—por su sanidad, por su protección y consuelo, para que crezcan en el amor y la gracia de Dios, para que se amen unos a otros y para que Dios esté con ustedes en todo y los bendiga en todos los sentidos. Especialmente en estos tiempos económicos difíciles, les agradecemos por sus diezmos y ofrendas—para que juntos podamos seguir brindando el Evangelio a todo aquel que lo pida sin costo alguno. El método de Dios es perfecto. Todos damos a otros que, a su vez, pueden corresponder con sus diezmos y ofrendas. Esta es la manera de Dios. Recuerden, todos los días debemos permanecer en gracia, caminar en fe, creer en esperanza y vivir en amor.
Con amor en Cristo Jesús,
Fred R. Coulter
FRC